"No exageramos un ápice si decimos que la suerte del segundo mandato del Dr. Madonna está ligada a los resultados de su política para aumentar los ingresos de las arcas municipales, fundamentalmente aquellos que no dependen de la buena voluntad del gobernador o el presidente que hasta ahora le permitieron sortear varios momentos críticos de su gestión".
Este párrafo pertenece a una columna que publiqué en este portal en enero de 2004, a pocas semanas de haber asumido Hugo Madonna su segundo mandato. Pueden releerla en el historial de artículos de www.radiocanal.com.ar.
Digo esto para evitar suspicacias a la hora de valorar mi opinión acerca del aumento en algunas tasas municipales previsto para el año 2010 por la gestión Llaryora.
Madonna nunca, en sus 8 años de gestión, logró revertir el déficit operativo heredado de Jorge Bucco -quién había ingresado en esta situación en 1997 aproximadamente-. Más bien todo lo contrario, lo amplió.
Siempre consideró los aumentos de tasas como un “costo político” que no estuvo dispuesto a pagar.
Ese concepto le costó, en buena medida, la elección de 2007 y buena parte de un futuro político que aparecía como brillante.
El corazón de la política económica de Llaryora -exitosa en términos generales hasta hoy- es haber revertido esa diferencia negativa entre ingresos y egresos corrientes, creando un superávit que le permitió afrontar algunas deudas y efectuar algunas inversiones.
Mantener esta situación a lo largo del año 2010 debería ser - en mi opinión - su principal desafío si quiere mantener la gobernabilidad del municipio de San Francisco.
Una de las vías para que el dinero que entra por ingresos corrientes, sea más del que sale por gastos corrientes mes a mes, es achicar el gasto. Es probable que haya margen para trabajar en este aspecto pero lo que se logre no será cuantitativamente importante.
El principal gasto son los salarios. Habría que pensar en despedir a, por lo menos, 200 trabajadores si se aspira a un achique sustancial. No veo condiciones políticas para una medida de esta naturaleza.
Tampoco se ve a la ciudad con un proceso de inversiones públicas municipales que permitan pensar que si se dejan de realizar, impactarán fuertemente en el gasto.
Además, la pesada carga de la deuda sigue siendo eso, una pesada carga apenas alivianada en estos dos años de gestión peronista.
Por lo tanto, si Llaryora quiere mantener el "poder adquisitivo" de sus ingresos, no tiene otra alternativa que evaluar la inflación prevista para el próximo año y "acompasar" sus ingresos con la misma.
Es lo que haríamos en nuestras familias o empresas si tuviéramos, obligatoriamente, que realizar un presupuesto con un año de anticipación.
Cae de maduro que en una economía inflacionaria, intentar que nuestros ingresos crezcan al menos a ese ritmo, es algo más que racional.
¿Por qué el Estado debería actuar de otra manera?
Es cierto que mi posición no está en línea con la crítica fácil.
Sucede que escucho año a año a los críticos y ninguno señala cómo evitar el deterioro de los ingresos municipales por vía de la inflación sin mejorar los ingresos o achicar los gastos – apuntando donde se haría el “ajuste”-.
Año a año escucho también -antes y ahora- a los mismos que critican los aumentos, pedir soluciones que significan más gastos. Eso es una contradicción.
Soy de los que piensan que hay que darle al Estado los recursos necesarios para funcionar, así como pienso que el énfasis ciudadano, debe estar puesto en el control y seguimiento del gasto en el sentido de que sea eficiente y transparente.
Es por eso que me pareció atinada parte de la intervención del presidente de la Federación de Centros Vecinales, cuando, ante la inminencia del aumento, pidió más y mejor información sobre el gasto.
Por supuesto, cuando hablo de tolerar aumentos, me refiero a aquellos que tengan como fin amortiguar el impacto inflacionario.
El aumento del 15% en la Tasa de Inmuebles y del 10% en la Tasa de Cementerio no parece un desatino.
¿Acaso alguien prevé para 2010 una inflación menor a esa cifra?
¿Acaso algún trabajador dejará de reclamar un aumento en sus salarios del año inferior a esa cifra?
¿Acaso algún empresario renunciará a aumentar sus productos cuando sus costos suban en esa proporción?
¿Porqué, entonces, pedirle entonces al Estado, algo que ninguno de nosotros estamos dispuestos a hacer?
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