viernes, 3 de julio de 2009

LA GRIPE A DESNUDA NUESTRAS CONTRACCIONES COMO SOCIEDAD


La pandemia está entre nosotros y llegó para quedarse por todo el tiempo que dure el invierno al menos.

Junto con la gripe A, llegaron también una serie de miserias y contradicciones que merecen un análisis que excede las posibilidades de esta columna y este columnista pero que, al menos, trataré de dejar planteadas.

Cuando vemos, escuchamos o leemos a especialistas y responsables de la salud pública, obtenemos datos como los siguientes:

- En el mundo, y en Argentina también, se mueren 10 de cada mil personas que contraen la gripe común. La tasa de mortalidad para la gripe A parece ser por ahora bastante inferior: 4,5 por mil en Estados Unidos, 1,9 por mil en Chile y 3,1 por mil en Canadá.

- Sólo el cinco por ciento de los casos confirmados requieren tratamiento médico con internación. Y de ese cinco por ciento, sólo un tercio necesita terapia intensiva o respirador. Y eso es más o menos lo mismo que sucede con la gripe común.

- En todo el año pasado, hubo 1.166 muertes en Córdoba por distintas afecciones respiratorias. Hemos estado viendo los números y a esta altura del año estamos por debajo de ese nivel.

- En Córdoba, la cantidad de internaciones pediátricas por afecciones respiratorias agudas bajas (bronquiolitis, virus respiratorio y neumonías) es menor. Desde enero hasta la última semana de junio en los hospitales hubo 419, contra 450 del mismo período del año anterior.

La ciencia nos está diciendo, con toda claridad, que no se trata de un virus más letal que la gripe humana. Eso sí, tiene una mayor capacidad de contagio y por eso, en Buenos Aires ya hay más gripe porcina que humana, lo cual, si los datos de mortalidad fueran ciertos, sería casi una bendición, porque son inferiores que los de la gripe "común".

Ahora, la gran pregunta entonces es ¿porqué semejante grado de paranoia frente a algo que no es tan grave?.

La respuesta que apunta a que el temor es porque se trata de un virus nuevo y desconocido no alcanza a explicar la reacción de la sociedad. De hecho, siempre nos han dicho que el virus de la influenza muta años tras año y que por eso la vacuna no es siempre la misma.

Se ha creado aquí un círculo extremadamente vicioso donde se mezcla el virus desconocido con intereses económicos espúreos, desmanejos de la prensa y un Estado incapaz de conducir la crisis.

Precisamente el Estado, que, sabiendo las características del fenómeno, lejos de ordenar la situación, tiene un mensaje totalmente contradictorio: por una lado relativiza la enfermedad con información científica y por el otro toma medidas extraordinarias como suspender las clases, enviar a su casa a las embarazadas, suspender eventos públicos, etc.

Es algo así como ir al médico y que te diga que está todo bien, pero te ordena una par de sesiones de quimioterapia.

La duda, la incredulidad, se instalan entre la gente y desde esa percepción, alimentada por los medios y los intereses que se benefician de esta situación, la consecuencia lógica es salir a comprar a tientas y a locas barbijos que no están indicados sino en casos específicos, alcohol en gel cuando agua y jabón es suficiente para lavarse las manos y automedicarse hasta el punto de correr riesgos de agravar su situación si el virus efectivamente entra en su cuerpo.

Como consecuencia de esta reacción, la sociedad comienza a exigir medidas para protegerse y el Estado, aún convencido de que son inocuas, las toma para mostrarse "combatiendo" el flagelo.

Un círculo de locos, que muchos aprovechan sin mayores prejuicios (y no son políticos precisamente).

Ni siquiera podemos decir que es propio de los argentinos ser tan contradictorios porque no son pocos los países que reaccionan igual que nosotros frente a esta pandemia.

Un tema digno de ser analizado sociológica y psicológicamente.

En solo no puedo ayudarlos, solo me alcanza para plantearlo.

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