martes, 28 de abril de 2009

EL FIN DE LAS PENAS

El aumento de la cantidad de hechos delictivos, la cada vez mayor carga de violencia que se verifica en los mismos y los menores involucrados en asesinatos y asaltos a mano armada mantiene al tope de la agenda de discusión social el tema de la inseguridad.

Existe una corriente de opinión que carga la mayor responsabilidad en la lucha contra el delito en la Justicia.

Esto sucede, en buena medida y en mi opinión, por la extendida creencia de que las penas impuestas por el sistema judicial tienen un valor eminentemente ejemplificador.

Es habitual escuchar, especialmente de aquellos que estudiaron Derecho, que penas más "duras" no hacen declinar la cantidad de delitos.

Cuando se discute la pena de muerte, es un lugar común el argumento de que las estadísticas en donde se impone, indican que el tipo de delito castigado no declina.

En lo personal, creo que este énfasis genera la idea de que la Justicia es una herramienta para "combatir" el delito, o, para decirlo en otros términos, es el instrumento que debe lograr que la cantidad de delitos en la sociedad disminuya a partir de ese rol de "ejemplo" que se enfatiza en el sentido de las penas.

Eso es un error.

El sistema judicial actúa cuando el delito ya fue cometido.

Su fin primordial debe ser el de reparar el daño causado. Establecer un castigo que guarde una relación de ecuanimidad entre el daño que se provocó y la pena que se imponga.

Esa pena no está destinada a que "otros" no cometan el mismo delito.

Esa pena está destinada a dar un castigo justo por el delito "ya" cometido.

No es la Justicia entonces, el principal instrumento que tiene la sociedad para atenuar los hechos delictivos.

El delito, en términos genéricos, amerita una política integral que tenga que ver con la educación, con la inclusión social y con una cultura donde se valorice el trabajo, el esfuerzo y el progreso obtenido con buenas artes.

Por eso comparto el clamor popular de penas que guarden una proporción equitativa respecto del daño que causa el delito.

No me resulta justo que un asesino esté en la calle a los 8 o 10 años de haber cegado una vida.

No me parece justo que una violación seguida de muerte de una menor admita que a los 15 ó18 años el autor esté libre.

No me parece justo que un adolescente de 14 años, con pleno uso de sus facultados, con total conciencia de lo que está bien y lo que está mal, mate a alguien y ni siquiera cumpla una condena, o esté libre a los 3 ó4 años.

Creo en dar la posibilidad de resocialización, pero cumpliendo penas más acordes con el daño causado.

No creo que este "endurecimiento" de los castigos genere menor cantidad de delitos.

Sí creo que el delito ya cometido va a ser penado con mayor justicia.

También reitero mi convicción de que en la prevención de los delitos poco y nada tiene para hacer el sistema judicial.

Por eso, centrar la discusión del tema de la inseguridad en la Justicia no nos llevará a conclusiones realistas respecto del problema.

Es cierto que va a haber menos delitos cuando exista más trabajo -y mejor pago-, cuando la educación llegue a todos con nuevos métodos, cuando la brecha entre ricos y pobres se achique, cuando la inclusión social sea una realidad.

Mientras tanto y aún después de que estos objetivos se logren, los que delinquen deben recibir la condena que se merecen, cumplirla íntegramente y participar de un proceso de resocialización realista y efectivo.

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