
Cuando decidió pegar el portazo y apartarse del gobierno de José Manuel de la Sota y de la estructura del peronismo cordobés, Luis Juez comenzó a transitar un camino con diferentes etapas de construcción política.
En 2003 armó una propuesta política para conquistar el intendencia de la capital provincial.
Juntó algunos amigos peronistas desencantados con el gobernador.
Con su discurso "honestista" convocó a sectores de izquierda y logró la simpatía del kirchnerismo que siempre miró de reojo al delasotismo.
Aprovechó la debacle radical para reunir a varios "correligionarios", entre ellos el hoy odiado Daniel Giacomino.
Revistió toda esa melange con algunos personajes "famosos" como el hoy vice gobernador, Pichi Campana.
Ganó.
Desde el primer día en la intendencia empezó a mirar la Casa de las Tejas y todos sus pasos tuvieron la impronta de conquistarla también.
Dejando algunos jirones en el camino como el de Campana, llegó a setiembre de 2007 y "arañó" su objetivo. Pagó caro precio a una construcción basada casi exclusivamente en su inserción capitalina y perdió por mucho en el interior.
El kirchnerismo comenzó a ser una carga para transitar el "desierto". Sabía que la única manera de mantenerse vigente era desde la oposición. Algunas excusas bastaron para transformarse en el más antikirchnerista de todos, a lo que unió sus críticas sin piedad al gobernador Schiaretti.
Giacomino no siguió el mismo camino. Necesitaba gobernar y no quiso hacerlo con las puertas del poder cerradas.
Ese fue el principio del fin de una relación de amigos-hermanos-compañeros-correligionarios. Las acusaciones cruzadas quedaron ahí, a la vuelta de la esquina.
Para el 28 de junio imaginó primero una alianza con el radicalismo para darle una paliza a sus dos "enemigos políticos".
La UCR cordobesa, un poco por sus relaciones "non sanctas" con el gobierno nacional, otro poco por los compromisos de sus intendentes con el gobierno provincial y también por una dosis de esperanza que anida en los corazones de sus dirigentes de reflotar un partido que supo de victorias en la provincia, terminó dándole un "no" rotundo.
En todo el proceso sumó y restó.
Restó dirigentes que, uno a uno, se fueron buscando nuevos destinos.
Sumó popularidad y conocimiento del electorado en términos personales.
El 28 de junio lo encuentra más solo que en 2003 y 2007 pero, paradójicamente, con las mejores chances de ganar la elección.
Ya no será un "paseo".
Los radicales le van a restar votos en la Capital. En el interior va a ser puesta a prueba la estructura que intentó armar en estos dos años.
Necesita militancia y control en cada pueblo de la provincia. No se sabe si lo tendrá.
El peronismo, con Mondino, le va a disputar el discurso de la honestidad y la crítica al poder central adenás de poner a funcionar su poderoso aparato, asentado en el gobierno provincial y más de un centenar de intendencias.
La izquierda casi no lo apoya -aunque eso en Córdoba no es grave-.
Juez está casi solo en esta encrucijada electoral.
Si pierde, su paso por la política local se irá apagando al ritmo de la pérdida de interés mediático que una derrota le generará.
Ahora, si gana, estará en una inmejorable posición para encarar el gran objetivo de sentarse en el principal sillón de la Casa de las Tejas.
Tendrá pocoS compromisos. Podrá negociar alianzas desde una posición más ventajosa y tendrá dos años para lucir sus críticas mordaces en el principal escenario de su proceso de construcción política y electoral: los medios.
En 2003 armó una propuesta política para conquistar el intendencia de la capital provincial.
Juntó algunos amigos peronistas desencantados con el gobernador.
Con su discurso "honestista" convocó a sectores de izquierda y logró la simpatía del kirchnerismo que siempre miró de reojo al delasotismo.
Aprovechó la debacle radical para reunir a varios "correligionarios", entre ellos el hoy odiado Daniel Giacomino.
Revistió toda esa melange con algunos personajes "famosos" como el hoy vice gobernador, Pichi Campana.
Ganó.
Desde el primer día en la intendencia empezó a mirar la Casa de las Tejas y todos sus pasos tuvieron la impronta de conquistarla también.
Dejando algunos jirones en el camino como el de Campana, llegó a setiembre de 2007 y "arañó" su objetivo. Pagó caro precio a una construcción basada casi exclusivamente en su inserción capitalina y perdió por mucho en el interior.
El kirchnerismo comenzó a ser una carga para transitar el "desierto". Sabía que la única manera de mantenerse vigente era desde la oposición. Algunas excusas bastaron para transformarse en el más antikirchnerista de todos, a lo que unió sus críticas sin piedad al gobernador Schiaretti.
Giacomino no siguió el mismo camino. Necesitaba gobernar y no quiso hacerlo con las puertas del poder cerradas.
Ese fue el principio del fin de una relación de amigos-hermanos-compañeros-correligionarios. Las acusaciones cruzadas quedaron ahí, a la vuelta de la esquina.
Para el 28 de junio imaginó primero una alianza con el radicalismo para darle una paliza a sus dos "enemigos políticos".
La UCR cordobesa, un poco por sus relaciones "non sanctas" con el gobierno nacional, otro poco por los compromisos de sus intendentes con el gobierno provincial y también por una dosis de esperanza que anida en los corazones de sus dirigentes de reflotar un partido que supo de victorias en la provincia, terminó dándole un "no" rotundo.
En todo el proceso sumó y restó.
Restó dirigentes que, uno a uno, se fueron buscando nuevos destinos.
Sumó popularidad y conocimiento del electorado en términos personales.
El 28 de junio lo encuentra más solo que en 2003 y 2007 pero, paradójicamente, con las mejores chances de ganar la elección.
Ya no será un "paseo".
Los radicales le van a restar votos en la Capital. En el interior va a ser puesta a prueba la estructura que intentó armar en estos dos años.
Necesita militancia y control en cada pueblo de la provincia. No se sabe si lo tendrá.
El peronismo, con Mondino, le va a disputar el discurso de la honestidad y la crítica al poder central adenás de poner a funcionar su poderoso aparato, asentado en el gobierno provincial y más de un centenar de intendencias.
La izquierda casi no lo apoya -aunque eso en Córdoba no es grave-.
Juez está casi solo en esta encrucijada electoral.
Si pierde, su paso por la política local se irá apagando al ritmo de la pérdida de interés mediático que una derrota le generará.
Ahora, si gana, estará en una inmejorable posición para encarar el gran objetivo de sentarse en el principal sillón de la Casa de las Tejas.
Tendrá pocoS compromisos. Podrá negociar alianzas desde una posición más ventajosa y tendrá dos años para lucir sus críticas mordaces en el principal escenario de su proceso de construcción política y electoral: los medios.
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